jueves, 30 de abril de 2009

LO ENCONTRE ESCONDIDO - DEL 15/07/2008

Se desligó de la suavidad de sus palabras
El en su interior comprendía que no era real.
Para quien no es difícil darse cuenta que hasta lo que se ve muchas veces no se puede tocar y se vuelve casi irreal.

Y aún así, sabiendo mucho de nada y una pizca de tanto, surgió desde sus profundidades Tarazustra,
Una mezcla entre colores apagados por otros y hojas arrugadas de poemas a medio terminar, llegó un día cualquiera y se levanto a contar al mundo su verdad.
Tal como hace algún tiempo lo hizo un pariente suyo que bajó desde sus alturas.
Pero su mensaje era distinto, el no pregonaba nada por sobre lo existente,
no se acercó susurrando o gritando a los hombres a que avancen y den un paso más.
No, acá las palabras que salían de sus ojos eran más simples.
El subía desde los interiores de la tierra en busca de la naturalidad en busca de palabras correctas, simples y sinceras que sosieguen su alma debilitada, alma cabizbaja por el ahogo que sentía por culpa de otros.

Se les acercaba y les decía que cuidaran sus acciones porque allá en el fondo de donde él viene se escuchaba todo, retumbaban en su alma las palabras dichas al viento, las mentiras, banalidades y secretos. Y así se secaba como toda la tierra que poca queda.

Tarazustra esperaba a las multitudes y les decía que un día estuvo acá arriba donde todos ahora estamos, cuando aún existía el verde de la naturaleza y los colores que ahora ya están extinguidos. Y todos lo miraban con cara rara, colores? pero si tenemos colores, ¿no los ves? le decían...

Mas Tarazustra los miraba opacos, desteñidos, ya ni sus arco iris eran una exclamación de Luz que daba esperanza y ganas de creer en utopías. Él, aún recordaba que el color del mundo lo daba la transparencia de las almas, cosa que hoy en día era muy difícil de encontrar.

Y siguió su camino, el recordaba aún algunos rostros, algunos nombres y anhelaba toparse con uno que otro de estos.

Tarazustra!!; le dijo uno que apareció en su camino, que es de ti que te ves tan callado, que es de ti que te ves gastado, que es de ti y tu sonrisa. Mas él seguía con su camino, recordando voces esta vez, y risas por algunos ratos.

Tarazustra estaba dispuesto a cruzar el mundo si era preciso en busca de una gota de luz para su mundo que se agotaba, para sus creencias, para su alma. El no quería culpar al destino, nunca se había sentido cobarde en su pensar y aunque su mundo se agotase no sería la ocasión de hacerlo.

Y pasaron los años, más sólo encontró gotas de alegría reflejadas en momentos que guardaba como pequeños segundos más de vida, y aunque no quería reconocer se volvía a tropezar con piedras que creía superadas, a Tarazustra le costaba darse cuenta que habían pasos que
costaba aprender a darlos, aún así seguía ayudando a quien se le cruzara en su camino. Porque aunque los mundos se derrumbasen el seguiría siendo el mismo. Sólo así lograría que sus palabras tan olvidadas ahora algún día fueran escuchadas, siempre tarde según él. Creía que así respiraba el mundo, explotando cada cien mil años para darse cuenta de que alguna vez, mucho antes que eso, alguien había dicho una idea de solución que nunca fue escuchada.

Mas aún a veces eso no importaba, seguían cayendo gotas de sonrisas, miradas, abrazos y caricias, y Tarazustra por lo tanto seguiría adelante buscando eso que lo más probable olvido hace unos cien mil años, en la anterior explosión del mundo ciego que merodeaba una vez más